martes, 26 de marzo de 2013

La muerte del cactus

El té que hace un rato hervía ya se enfrió. Tal vez es la mejor forma que tengo para sentirme mejor. Siendo parte de una sociedad regida por la tiranía de las cosas, reflejarse en ellas es un tibio consuelo. Tibio porque en la comparación salís siempre en desventaja. El objeto no percibe que se enfría, que se apaga. Nosotros, proyectándonos en él vemos como nos apagamos hasta resultar algo bastante intomable una vez contaminado por las hierbas que se escaparon del recipiente que las contenía. Pero justamente el problema es ese, ¿Por qué dejamos enfriar el té? ¿Porque actuamos como simples espectadores de ese enfriar nuestro? Parecemos esa gente repugnante que ante la presencia de una bella obra de arte en plena ebullición es dos veces la misma persona. Repugnante. Somos repugnantes por nuestra pasividad ante nuestro nefasto reflejo. 
Ahora, ¿como es que logramos que nuestra historia termine siendo siempre una farsa? Tal vez sea por guardar la tragedia en algún lugar que no sabemos por miedo que no vuelva. 
Una vez frios, sucios de tanto caminar el mismo desastre debemos, si dije debemos, cambiar el rumbo. Ahí está! era eso! pero como no lo vi antes. Era cuestión de asumir el problema, tomar conciencia quien le dice por ahí vestido de rojo y listo.
No.
NO.
La conciencia; simple idea en forma de burbuja que poco se asemeja a las que brotaban de Mafalda o Libertad, no puede hacer nada por si sola. Debemos actuar en consecuencia. Asumir que tenemos que...
no.
NO.
¿Por qué no? ¿Sos estúpido? No me vas a decir que queres seguir siendo lo mismo...NO!, ¿Entonces? Es que ya se enfrió el te y el cactus...el cactus que me regalaron de chiquito está muerto.











Entonces busca otro en tu desierto y aprende a cuidarlo, imbécil. 

lunes, 4 de marzo de 2013

New Dawn Fades



En todos los pasos que damos, algunos parecen más pesados que otros. Pasa que el barro que nació de la lluvia del encuentro hace todo más difícil. Levantar los pies y andar. Es ese momento, cuando reparamos que por delante, un sol gigante rojo e imposible de contemplar a simple vista va transformando el agua caída de encuentro en amor para así negar el desierto en pradera. Las flores nacen al grito de un 'te quiero' y al abrazo de un 'te extraño'. El yo se fundió en nosotros y el sol se contempló a tu lado. Ya no era necesario verlo a los ojos y quemarse frente la estrella si la inmensidad recaía por completo en sus ojos. Los amaneceres pasaron y con el los besos y abrazos. El sol los alimentaba, y ellos al sol. Cada día brillaba más intensamente y la tierra se veía poblada de la más hermosas flore y fauna. Los animales comían en una inestable armonía de la abundancia vegetal. Sin embargo, el sol ardió tan fuerte como ellos y comenzó a secar la pradera. Los besos se hicieron arena y la pradera se convirtió en desierto. Ese día se hicieron yo y volvieron a caminar para embarrarse de vuelta.


Escrito originalmente una madrugada del 30/01/12, publicado en otra madrugada de insomnio.