lunes, 22 de octubre de 2012

A las tormentas.

Mucha gente, tal vez toda, en algún momento disfrutó de una tormenta. Ahora, ¿Que pasa cuando esa metáfora se vive en la piel? Uno se encuentra bajo un cielo nublado, las gotas comienzan a caer y se te empapa el alma. Ya consciente mucha gente busca un resguardo, un espacio donde poder admirarla. Otros, un poco más valientes, sacan algún paraguas y siguen su camino. Sin embargo, es raro decir que hay un tercer tipo de personas, y más extraño es reconocerse allí con cierta sonrisa. Éstas últimas, ya bajo la lluvia siguen caminando, aún sabiendo que la enfermedad va a estar mañana. Sabiendo eso y más, el agua cae, y como resultado tenemos otra alma empapada. Mucha gente te grita que te estás mojando, pero afirmas con la cabeza agradeciendo el consejo, mientras pensas por dentro 'ilusos, ustedes se lo pierden', pero ¿Que pueden perderse? ¿A caso las gripes son dignas de ser admiradas en esta sociedad? Claro que no, ellos se pierden tener esa oportunidad de  empaparse el alma, aún en la más grandes de las certezas de amanecer ahogado con el simple objetivo de poder disfrutar el arcoiris de tu amanecer. De que esos rayos de calor que emanas, en tanto estrella en plena vida sobre la cual orbito, pueda secarme y hacerme disfrutar de la tormenta.