domingo, 19 de mayo de 2013

Estancado



Que complicadas son las cosas cuando la cosa es uno. A veces parece que dejamos de movernos. No en ese plano material de levantarse, vivir, acostarse y volver a vivir el mismo día, sino cuando viviendo esos días no parece haber motivaciones. Todo parece ser chato, con el mismo nivel de intensidad. La odiosa sensación de querer escribir y que es algo nunca llegue. O peor que no llegue nada: que cada libro que se empieza, cada disco que se escucha, cada calle que se cruza no produzca absolutamente nada. Esa sensación de vivir en una huella opaca que otro dejó no tiene emoción. Buscando o esperando todo parece engañosamente estático. Engañosamente digo porque claro, todos ya leímos Hegel, amamos a Marx y comprendimos esa dialéctica de vivir, los cambios espiralados, reflujos. Pero ese reflujo, por mayor comprensión se siente. El vacío se siente. La razón se refugia, el corazón se esconde, y solo queda el vacío. Si no pensamos movidos por la pasión, y si no actuamos en consecuencia todo sería absurdo. Acá la necesidad de escribir trasgredió la inercia que conlleva esa pausa emocional de vivir. Me senté frente al teclado por necesidad, no por estética. Pero al fin y al cabo ¿Quien escribió bonito si no fue por la terrible necesidad de terminar con esa angustia de vivir en la huella de otro?, en la sombra de un pasado que no queremos pertenecer, pero debemos asumir para poder caminar para el otro. Ese otro lado que nos va ensordecer, y tambaleando rogaremos por un poco de paz para disfrutar la tempestad de vivir.